Si apreciamos que esto ocurre, deberemos actuar de la siguiente forma:
- Dejaremos que el caballo gire la cabeza y el cuello, tratando de que entonces centre su atención en el domador.
- Le dejaremos siempre la posibilidad de elección y una salida fácil: el caballo no puede verse "encerrado" ya que su sensación de peligro puede aumentarse. Eso sí, trataremos de que esa salida sea guiada.
- No aprisionar al caballo con nuestro propio cuerpo, ya que puede entender que el lugar en el que nos encontramos es su única vía de salida. La distancia más adecuada está en torno a los dos metros, desde donde el caballo no se sentirá amenazado.
- Trataremos de que el animal se deje llevar por la confianza que ha depositado en nosotros, para dejarse llevar por el camino que le habíamos marcado (de ahí la importancia de que la doma sea firme y no demasiado blanda, lo cual no implica de ninguna manera que se utilice la fuerza contra el caballo).
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